jueves, octubre 02, 2008

Y ENTONCES ME CAMBIARON EL JABÓN...



Bueno, como siento que tengo una misión infalible conmigo y con ustedes me tomo el atrevimiento de escribir estás líneas para recrearles mi modo de ver la vida en Europa y dibujarles o desdibujarles todo lo que veo. Tal vez con un propósito, el de mostrarles este lado del charco, ya sea para animarlos o desanimarlos a viajar, para ayudarles a plantearse nuevos retos, a construir su felicidad individual y colectiva, a invitarlos a encontrarse con ustedes mismos o simplemente hacerlos reír un poco.

Llevo en Francia ya casi ocho meses, largos por cierto, cinco en la ciudad de Lyon y tres en Paris, y tengo mucho que decir de la cultura, de mis vivencias, de mi país, de los vecinos, de los otros...en fin.

Para empezar, quiero contarles que al salir del país, jamás me imaginé que seria un cambio radical en absolutamente todo y TODO es TODO. Empezando porque desde el primer momento en que entré al avión, me saludaron con 'bonjour' y entonces comienzo mi lista de cambios, el menú francés y el café después de la comida, ya no era el tinto esa palabra las azafatas no la conocían.

Mi primer día fue un robo de horas, pues cuando en Colombia eran las ocho de la mañana en Francia eran las tres de la tarde, y me recibieron con pizza y una copa de vino rojo.

Cuando me dieron mi habitación empecé a notar algunos cambios, entonces el baño no era el baño que yo conocía en Colombia, el que yo tenia se llamaba 'salle de bain' que solo tenia tina, lavamanos y espejo. Ese día empezó mi lucha, ¿porque como era posible que yo tuviera que bañarme acostada y porque el jabón era liquido y no la bola que yo conocía? claro muy agradable el baño ese día, pero poco práctico para las horas en que debía salir rápido porque como buena colombiana siempre salía tarde a estudiar, entonces me resbalaba, el agua me salía por la ducha y no por los grifos, noooo esos primeros días de baño fueron realmente difíciles, pero aclaro que me bañé todo los días.

Me cambiaron las tres cobijas de tigre por una cobija de plumas de pato que podía alzar con una mano.

Me cambiaron también el orden del teclado del computador y algunas letras y tildes me faltaron, por eso mucho des mis correos eran un horror leerlos y como pueden observar no tengo esa letra que está después de la N y antes de la O. Me cambiaron, igualmente la salida del sol, porque amanecía a las siete y media de la mañana ya no podía salir a trotar porque con cinco grados bajo cero o menos ¿quien sale a trotar?

Cuando empecé a salir para conocer un poco la ciudad, me tocaba salir con plano en mano y tiquete para tomar el metro, el bus o el tramway. La organización de la ciudad no era la que yo conocía, entonces no podía buscar la trasversal 91b numero 125c- 34 barrio San Pedro abajito del Centro Suba............o la calle 7n numero 18-19 piedecuesta, barrio quinta granada, sino era la 88 rue Saint Claire y para tener la dicha de encontrarla debía buscar por internet el plano hacer el dibujito en un papel y luego consultar que bus, o que estación del metro me servía.

El bus no pasaba cada cinco minutos, sino a horas exactas y si se pasaba un minuto tenia que esperar veinte o mas a que pasará el próximo, no en vano corrí varias veces detrás del bus, haciendo cara de yo no sé, no conozco, soy extranjera, al conductor para que parara el bus, así hubiera pasado la estación, alguna vez escuche un reproche 'levántese más temprano, porque siempre sale tarde'.

Me cambiaron también el nombre, bueno no el nombre la pronunciación y las variaciones que le hicieron mis amigos y mi familia entonces ya no era Margi, margareta, margarita, Marga, Margarette, Leydis, mona, torombola, mi bebé (aclaro que es de mi mamá), etc, ahora soy Margaret con acento agudo y con énfasis en las erres.

En la comida el cambio fue total, acostumbrada a mí bebida patrocinadora de todas las mañanas 'la agua de panela' por jugo en caja, fromage froid, o cereal. Probé cosas nuevas y descubrí algo mortal, 'la nutella' un gran frasco de chocolate para untar supremamente delicioso, pero supremamente enviciador y mal sano, comencé a probar todos los quesos que todo el mundo llama 'pichos' y a comer pan francés en todas las comidas, y tomar vino y a acostarme tarde y a extrañar mi casa, mi familia, mis amigos, mi iglesia, todo.

El primer mes solamente una persona me hablo español, y solo la vi dos veces. Así que tuve que recurrir al diccionario, las maromas, las muecas, los gestos, tomar los objetos, buscar otras palabras, o ''deje así' para hacerme entender y para entenderles.

La cultura no era la misma, ya no escuchaba el vallenato en el bus, ni las carcajadas, ni podía hablar por teléfono cuando tomaba las comidas, y debía decir siempre 'por favor', comer todo con cubiertos 'todo es todo, hasta las frutas y la pizza’.

Pero también descubrí una serena tranquilidad, que me angustio y un gran momento para encontrarme, descubrí que somos una raza fuerte y como dicen muchos unos 'berracos', pues aquí se puede morir un niño si lo levantan a las cinco de la mañana y además lo bañan, en cambio en Bogotá levanta un niño a las cinco y lo bañan con agua fría y lo mandan en bus al colegio y va y vuelve sin problema.

Pero también lo envían sin desayuno porque hoy no 'hay con que', tiene los zapatos rotos, no tiene para los cuadernos o el colegio no tiene profesores porque están la huelga porque hace meses no les pagan.

Si somos fuertes, porque podemos comer arroz y papas o no comer y aún tenemos la capacidad de sonreír, increíblemente sonreímos a pesar de..... La pobreza, la violencia, el conflicto, el desempleo, la reelección, la caída de la bolsa, 'no hay con qué pagar la luz', 'como pagamos la matricula'.

Somos fuertes y berracos porque una mujer se levanta por tarde a las cinco de la mañana para hacer las arepas, y hacer y empacar el almuerzo para llevarlo al trabajo, y de paso hacer el aseo de la casa, somos berracos porque trabajamos de día y estudiamos de noche.

Berracos porque una mujer puede 'levantar' cinco hijos sola, vendiendo almuerzos, como empleada doméstica, secretaria, empresaria, vendedora o profesional.

Pero también nos hemos olvidado de nosotros mismos, no hemos podido construir nuestra felicidad ni individual y menos colectiva.

Nos hemos negado la posibilidad de una mejor calidad de vida y de materializar nuestra gran capacidad para trabajar, en bienestar, en una vida digna de ser vivida.

Somos capaces de sonreír, de tomar el pelo, pero no de negociar, no de entendernos nuestros deseos y los del otro; nos amamos de una manera extraordinaria, lloramos cuando alguien se va de la casa, cuando un amigo parte lejos, pero poco a poco perdemos la sensibilidad frente a la muerte y entonces es lo mismo cinco muertos que cincuenta.

Tenemos un gran sentido de solidaridad, compartimos lo poco que tenemos, repartimos el único pan que nos queda, pero no hemos podido erradicar la pobreza absoluta y llamamos desechable a un habitante de la calle.

Tenemos mucha 'BERRAQUERA', pero nos falta para construir lo más importante una FELICIDAD que realmente nos haga felices.

Por cortesía de Margaret Patricia Prado Ramírez.

CAPANDRES