
Hace un par de semanas atrás cumplí años, y bueno, aunque aún no me he colgado del tercer piso, me siento bastante viejo, pero no tanto como desilusionado. Ya saben, por haber pensado que a estas alturas de mi vida ya estaría ganándome el pan con todo aquello que sale de mi cabeza, mis mundos paralelos y mis amigos imaginarios.
Es difícil enfrentar el hecho de los años pasan y las cosas parecen aplazarse constantemente. Siempre aparecen otros proyectos más importantes que nos atraen, luego nos capturan y finalmente nos alejan del camino trazado con anterioridad. Y aunque se aprenda mucho cuando se sale del camino; a veces en la noche, cuando tomamos conciencia de lo que en realidad es valioso en la vida, vemos como los proyectos y anhelos que antes nos habíamos trazado y que parecían tan fáciles de conseguir, requieren toda nuestra energía. Y lo malo es que uno la ha perdido a lo largo del camino.
Y aquí es donde me carcome la curiosidad:
¿Esto solo me ocurre a mí?
A mí y mi falta de disciplina y método, a no esforzarme lo suficiente, a mis problemas de falta de atención, o he de comprender que en la vida hay muy pocos triunfadores de verdad y la mayoría de las personas son perdedores felices de sí mismos. Aunque abandonaron sus metas y su camino, lograron hacer de su vida algo más importante y se conformaron en las noches cuando la conciencia finalmente se despierta de su letargo. Si es así, espero que eso también me ocurra, aunque no me rinda nunca de seguir mi verdadero camino.
A estás alturas de mi vida, y sabiendo que muchas cosas puedan no salir de la forma que uno espera, solo anhelo que las metas que se han visto aplazadas lentamente se empiecen a hacer realidad, y es que hay que saber luchar hasta el último minuto, pues hay incluso gente que ha triunfado después de su muerte.
Y ese sería mi último plazo.
Capandres.